
Este debía de haber sido un viaje de amor, y ser inolvidable, pero por desgracia la parte inolvidable fue cuando él me dejo antes de subir al avión, me menciono que se había enamorado y que se iría con ella, por orgullo subí como si nada hubiera pasado, pero el dolor era tan grande, que aún sigo llorando. Por esto estoy aquí, en mitad de un avión destino a un viaje romántico y sola. Puede haber algo más triste, cuando lo único que deseo es ir a mi casa, sentarme en el sofá y olvidar este día con un enorme helado de chocolate.
Pero también he de decir que a donde voy, no creo que este prácticamente sola, pues mi hermana tan solo está a treinta kilómetros donde me alojo, y poder volver a verla y estar con ella.
Al llegar al hotel todo me recordaba lo bonito que hubiera sido todo, y lo idiota que fue y lo mal que me sentí, quite todos los ramos, los pétalos, todo lo tire en aquella papelera pequeña de hotel. Y salí sin haber desecho las maletas, Salí a la calle sin más, sin saber dónde ir, o donde estar.
Un momento vi a un grupo de personas adentrándose a un edificio, su apariencia no cuadraba con lo aparentaba aquel lugar, la curiosidad rompió mis pensamientos. Y sin pensarlo, me adentre en aquel edificio, el típico museo que no entiendo, de cuadros incomprendidos y esculturas sin extremidades o extrañas. De repente la música empezó a sonar captando mi atención, mire a mi alrededor, todo era normal, pero de repente, personas salían de las paredes maquilladas o camufladas, y empezaron un espectáculo increíble.
Disfrute de aquella actuación incitándome al arte que creaban con tanto talento. Y por un momento, pude olvidar que me llevo hasta ahí, y el dolor que residía aun en mi… Un hombre se acercó me miro y sonrió, me pregunto si yo tenía algo que ver con lo que acaba de pasar. Evidentemente no dije yo. Soy fotógrafa no bailarina, no es mi especialidad; ese hombre era el dueño del lugar, me dijo que le acompañase, los guardias no daban abasto, pero todos los visitantes se veían asombrados.
Entramos en el despacho y no comprendía que hacía ahí.
Después de justificarme, durante horas. Y de explicar porque entre sin tener entrada, salí de ahí, casi por milagro.
Fui al hotel, entre en mi habitación, me metí en la bañera, a relajarme del viaje y de lo que había pasado. Me puse mis cascos y la música a todo volumen. Olvidándome de todo. Al rato, salí de ahí, cogí una toalla para envolverme. La música seguía a todo volumen, y cuando me encuentro delante de la cama, para mi sorpresa no estaba mi ropa, ni mis maletas. No entendía nada, y de golpe alguien me tocó el hombre. No puede ser. Otra vez él.
Después de una acusación ahora venia otra. Esto realmente es surrealista no entiendo nada. Llamamos a recepción para aclarar tal cosa. Y que me devolvieran mis pertenencias. El hotel obtuvo dos reservas al mismo tiempo de la misma habitación, en pleno agosto pues no había más habitaciones, o bien ambos nos quedábamos o uno se tenía que ir a otro hotel. No iba a ser yo. Yo me quedó grite. El todo cabezota, todo orgulloso dijo que también. Pues aquí sí que empieza bien el viaje. No podía ir a peor.
Intentamos ponernos de acuerdo, pero fue en vano. El no atendía a razones, y yo no me iba a ir.
Así que aquí empezó una guerra del cual solo uno podía ganar. Cene en la habitación en el balconcito que había. Y luego me tumbe en la cama para ir a dormir y la discusión empezó a sonar otra vez, pase de él, y me quede dormida. Cuando desperté no podía entender porque me dolía tanto el cuello, resulta estaba en el sillón y el tan pancho en la cama. Me empecé a enfurecer, esto era la guerra, fui al baño a como de costumbre, a lavarme los dientes, la cara… Y el empezó a gritar, “date prisa quiero ducharme antes de ir al museo”, que odioso es por favor. Me enfurecí tanto que cogí la crema depilatoria y la metí en su bote de gel. Sali de ahí.
Me vestí y espere sentada encima de la cama, hasta que escuche como se desesperaba, entonces me fui con una sonrisa de la habitación.
Continuará…
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